"Acerqué la carta a la vela y la volví a leer. Era tal mi aturdimiento que no me di cuenta de que mi dedo, sucio de hollín, había dejado marcas sobre el papel.
Me amaba. ¡Me había amado desde el momento en que me conoció!
Quizá yo no me enamoré entonces, pero ahora le quería igual o más que él a mí. Amaba su risa, su letra, su mirada, su honradez, sus pecas, su aprecio por mis bromas, sus manos, su determinación a que yo conociera sus defectos. Y aunque me dé vergüenza admitirlo, lo que más amaba era su amor por mí."
No hay comentarios:
Publicar un comentario