martes, 3 de septiembre de 2013

Y él

Él llegó a mi vida con la brisa de la primavera de aquel fatídico año. Era algo nuevo, como abandonar el gusto por el frío y comenzar a apreciar los rayos del sol cuando irrumpen en pleno invierno.
Él me recuerda días soleados, aire fresco, una bocanada de novedad, de diferencia, de distancia de esas personas que hicieron daño y se encargaron de regalar un otoño constante, junto con un corte de pelo y las ganas de un cambio.
Él irrumpió, así, como si nada. Como si hubiera estado esperando su momento para aparecer y robarse la escena sin siquiera pensarlo.  Y luego vino Valparaíso, con su cielo azul más puro que el azul de la capital, con su brisa, con su mar, con sus calles y sus misterios y esos secretos que por un momento creí podíamos develar.
Y lo he creído por casi dos años. Porque llegó a mi vida dispuesto a quedarse, dispuesto a hacer del otoño una primavera constante. Una primavera, sí, porque no tiene la intensidad nociva del verano, sino la suave calma de temperaturas templadas, días de lluvia, flores, alergia, noviembre y días 9, como el 18 o el 27.
Él llegó a mi vida pero el tiempo no pasa en vano y claramente no es el mismo que llegó. Ni yo soy la misma que recibió su llegada con una gran bienvenida y una mano dispuesta a comenzar un largo viaje.  ¿Debería continuar el viaje? ¿Debería seguir buscando verano o aceptar la primavera?¿Debería dejar de luchar contra impulsos, contra ideas, contra pensamientos?
Él llegó con la brisa de la primavera, un día en que el cielo estaba despejado, el sol brillaba y el smog no inundaba nuestros pulmones. Me encontró en circunstancias anormales, pero nos cuesta la normalidad porque no estamos hechos para la rutina, para los desencuentros, para los enojos y el llanto.
No estamos hechos para pelear, para luchar contra el frío del invierno. Y si no podemos luchar contra el invierno ¿deberíamos rendirnos o invernar?
Él llegó con la brisa de la primavera. Joven, con sueños, con ideales y la inocencia de la vida que está a punto de comenzar. Él me encontró más joven aún, casi una niña, una niña que creía que sabía con lo que jugaba al momento de aceptar aquel paseo al museo de bellas artes. Una niña que pensó que sabía a lo que se enfrentaba cuando decidió ceder y aceptar aquel beso que cambio todo para ambos.
Y como dice la canción de esa cantante que no me gustaba pero que me mostró y aprendí a apreciar…”Ya no somos los de antes”.
¿Qué fue de la boleta?¿De las conversaciones sobre cualquier cosa?¿De la adolescencia?¿De los sueños? Tú, músico. Yo, escritora. ¿Qué nos mató la esperanza, la ilusión?¿Qué me cortó las trenzas y me tiñó el pelo rojo?¿Qué te dejó barba, para que te vieras como un hombre y ya no un niño?
16 y 17. 17 y 18. 18 y 19…¿Llegaremos a los 19 y los 20?
Él llegó a mi vida un día de septiembre, cuando creía que la vida ya no podría sorprenderme. Llegó y me regaló alegrías infinitas, momentos eternos, días inolvidables, lágrimas dulces y otras saladas; llegó y me regaló  la oportunidad de aprender a amar la primavera. Me regaló la posibilidad de amarlo a él.
Y hoy, a casi dos años de haberlo encontrado, creo, que pese a todo, y ad portas de los 20, no podría vivir sin mi primavera personal, sin ese cielo azul, sin mis días soleados, sin mis sonrisas, sin él.

Porque “no es perfecto más se acerca a lo que yo… simplemente soñé” .

Primavera

Y sucede que, una vez superada esa etapa de la vida en que sólo disfrutas con el frío y la lluvia y los días nublados (para qué tan Crepúsculo), te das cuenta de que esperas con ansias la primavera.
Sol, tranquilidad, calidez.
Y sí, de vez en cuando un poco de lluvia tampoco estaría mal.
O algo que pueda variar...

jueves, 23 de mayo de 2013

Vocación

Si nos venden la idea de perseguir nuestros sueños, ¿por qué no lo hacemos? ¿Qué es la tan manoseada vocación?
Yo solía tener talento. Quizás la idea de que debía contar algo, que mi voz podría significar un cambio. Pero de pronto te aterrizas con la realidad...o quizás con la primera crítica. De esas que duelen. De esas que te aterrizan y hacen darte cuenta de que la unica manera de triunfar siguiendo ciertos sueños es con un talento desmedido y unas ganas de arriesgarse con algo que no sabes cómo terminará.
Yo no sé si letras es lo que me llena. De a poco he descubierto que no basta con que te guste algo. y tampoco sé si la ciencia política es ESE algo que llenará mi vida.
Me rehuso a creer que algo a lo que dedique 5 años de mi existencia vaya a determinar el resto de mis días, porque simplemente las cosas no pueden ser así. Es un tanto deprimente y aunque duela aceptarlo ese es el sistema, ahí está, nada que hacerle.
Solo desearía a veces ser más fuerte; tener la entereza y la valentía de pararme ante esas imposiciones y nadar contra la corriente. ¿Si otros lo hacen, por qué yo no? Y aun así heme aquí. Llorando practicamente porque tengo lo que siempre quise: dos plumas y una máquina de escribir.
Pero no tengo lo importante: las ideas...la inspiración..las ganas.
Y un poco de literatura nunca nos viene mal.
El problema es que este nuevo mundo universitario me ha robado de apoco las ideas y lo más probable es que si me dedico a mis cuentos, termine hablando de teorías políticas y sistemas electorales de distintos países del mundo...
Pero bueno..hay que ser personas completas ¿no?
Todo sea por viajar por el mundo...
Algún día tendré mi editorial...

domingo, 13 de enero de 2013

Amáneceme en el pecho, tengo frío


Te adueñas como una puta de las esquinas
de todos mis folios en blanco.
Yo pongo un ático a tu nombre,
en el verso treinta y siete de un poema
que aún está por escribir.

Claro que creo en el amor,
es el amor el que no cree en mí
si no me miras.


Burlemos al destino si no escribe nuestros nombres
en el prólogo de la vida que nos resta,
jodamos calendarios y estaciones,
si nos privan del calor que nos debemos,
prometamos que la próxima promesa
será dejar de prometernos el futuro.

Y que surja.

Que si el amor no viene a nuestro encuentro
lo divisemos de camino a algún orgasmo.

Te acuerdas?
"Yo lo único que quiero es sentarme en tu cara
para luego poder besar mi sexo en tu boca"

Nunca nadie ha vuelto a decirme nada tan hermoso.
Y tengo sed.

Deberías atarme tu sombra al tobillo,
amordazarme el silencio de no nombrarte,
guardar los te quiero en las costuras de tus bragas,
el odio tras el quicio de un portazo.

Clavarme algún insulto en las costillas,
el tacón en la garganta,
coser tu apellido a mi genética
con el hilo de las faldas que te rompo.

Y doler, que no dejes nunca de dolerme
que necesito saber cuanto me importas.

Y claro que no me da miedo el amor,
lo que me da pánico es perderlo

si es el tuyo.

No habrá fotos de boda decorando la salita,
ni sabanas de seda bordadas por tu madre.
Tampoco cuello alto,
ni pijamas mas anchos que mis sueños.

No habrán anillos que iluminen anulares,
que sean tu ojos los que brillen como estrellas,
que sea tu boca  la que alumbre mis ocasos,
que sean tus manos como faros de una playa.

Te acuerdas?

"No me quieras menos,
de lo que llegarías a odiarme si me marcho"

Y eso hago.
Quererte.

Mientras me observas a tres metros de distancia
con posdatas en los ojos
y en la boca,
el deseo de tatuarme con saliva
tu nombre en cada poro de la piel.


Y eso hago.
Odiarte.

Mientras tus medias aún no saben de carreras
y mis dientes ya planean una guerra
de hilos que se rompen
y de hambre,
de ropa por el suelo
y humedades.

Y claro que es amor pero si quieres,
lo llamamos solo sexo
y nos follamos.

                                                                                    Ernesto Pérez Vallejo

domingo, 6 de enero de 2013

Blue

Lo triste es que ni siquiera me importa. O quizás sí.
No me duele, no me mueve. Ya puedo asentir resignada a una tarjeta de invitación inconsciente hacia cierto lugar. ¿Qué sucede?
Lo triste...lo triste...muy triste.
Yo me vuelo de a poquito. Me escapo por la ventana por ese pequeño rincón.
Oh mi querido Mr. Rochester...