Lo triste es que ni siquiera me importa. O quizás sí.
No me duele, no me mueve. Ya puedo asentir resignada a una tarjeta de invitación inconsciente hacia cierto lugar. ¿Qué sucede?
Lo triste...lo triste...muy triste.
Yo me vuelo de a poquito. Me escapo por la ventana por ese pequeño rincón.
Oh mi querido Mr. Rochester...
No hay comentarios:
Publicar un comentario