domingo, 8 de abril de 2012

Arrogancia




La arrogancia de creernos inmunes al paso del tiempo, a los embates del clima, a las acciones humanas.   La soberbia de sentirnos invencibles, superiores, mejores porque amamos. Pero a fin de cuentas, amar nos hace débiles, nos hace mortales, nos engrandece y a la vez nos empequeñece. Si no somos nada. Somos polvo de estrella que vaga por el universo preguntándose qué rayos hace aquí, y entre eso, nos enamoramos. Conoces a otra mota de polvo que resulta ser, si tienes mucha suerte, la mota de polvo que te hacía falta para seguir con tu viaje durante un tiempo. Porque he ahí el problema. Nos creemos inmortales, más no lo somos. Nos creemos invencibles, y no lo somos. Y nos sumergen en este mundo limitado y material a merced de nuestras emociones que son lo mas inmaterial que existe. 
Somos tan pequeños, tan ilimitados por lo espiritual, tan limitados por lo físico, lo material. No sabemos si mantener la cordura ante nuestra razón o ceder a los impulsos de nuestros sentimientos. Quizás seamos la única especie en el universo que puede darse este lujo de poder escoger entre la razón y la emoción. La única con la posibilidad de encontrar aquel equilibrio. Y si no lo hacemos, qué mas da. Total, el orden universal es el desorden, la casualidad y la aleatoriedad. Y entre todo eso, nos enamoramos. 
Yo  no sé que sea el amor. No tengo la menor idea. Quizás sea esa energía que debería mover al mundo. Quizás sea ese aleteo que siento en mi pecho cuando pienso mucho en él. Quizás sean estas ansias, esta necesidad, esta angustia, esta alegría.
No somos nada. Estamos en el medio de un cosmos más grande y amplio de lo que podemos dimensionar. Y entre ese océano de lunas y soles, nos enamoramos. 

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