miércoles, 4 de febrero de 2015

El hombre formal (entre otras cosas)

Este cuento lo escribí hace tantas lunas atrás que casi me había olvidado de su existencia. Ordenando y leyendo mis papeles lo encontré por ahí. Lo dejo aquí porque me gusta lo que representa y porque hoy, tanto tiempo y tanta historia después, no puedo evitar sonreír al leerlo. Saludos a aquel hombre formal que conocí hace unos años y con quien compartí tanto. Aquí está el único cuento que me pude permitir regalarte.


Era un hombre serio. Lo que se diría formal. Pragmático, análitico, su mente no se detenía nunca: era una fabrica constante de ideas. Yo, que estaba convencida de que él jamas se permitía fantasear, no era capaz de comprender lo que oí esa mañana. Caminabamos - sí, le gustaba caminar - por uno de los tantos puentes de aquel río insgine cuando las palabras volaron.
"Yo creo que es un río de chocolate"

Siguió con su camino tan serio y y tan formal como siempre, volviendo a ocultarse tras esa pared de hombre aterrizado. Había sido tan solo un instante de flaqueza pero yo ya estaba convencida de que sí,  de que el río efectivamente era de chocolate.
Algún día voy a caminar por la rivera en busqueda de la fábrica,  y su tengo suerte, encontraré la cascada que origina el río. Cuando eso suceda voy a tomar de la mano al hombre formal y lo guiaré hasta allí. Él se sorprenderá y por segunda vez voy a tener la suerte de contemplar ese brillo en su mirada. Ese brillo que indica que aquel hombre formal de vez en cuando sí se permite soñar.










Siento este es un buen día, hay razón para sonreír. Y aún si todo esto es mentira, el creer no me hará morir.  (Portugal, Baquedano, 2011)

Ya no seré feliz, tal vez no importa, hay tantas otras cosas en el mundo: un instante cualquiera es más profundo y diverso que el mar. La vida es corta y aunque las horas son tan largas, una oscura maravilla nos acecha, la muerte, ese otro mar, esa otra flecha que nos libra del sol y del a luna y del amor. La dicha que me diste y me quitaste debe ser borrada; lo que era todo tiene que ser nada. Sólo me queda el goce de estar triste, esa vana costumbre que me inclina  al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina. (Borges, mi cuaderno de poesías de tercero medio)

Cuando después del desastre llega la calma, cuando poco a poco llega la calma, entonces puedes verte bien en el reflejo del agua. Y el cambio llega tan refrescante, tan oportuno, tan único. Sonreírle al presente, abrazar el pasado y dejarlo ir, mirar hacia el futuro con la esperanza de algo mejor, algo mucho mejor. Pero por sobre todas las cosas recordar a la persona que quieres ser. Recordar a la princesa de ojos bien abiertos que no va a esperar a ser rescatada, a esa mujer valiente, independiente , que como sea va a salir de todo el torbellino sola. Porque cuando pierdes el rumbo debes recuperar a la persona que eras o dejarla ir para siempre, y recordar a la persona que debes ser, la persona que quieres ser (One Tree Hill, muchos cuadernos y libretas). Y hoy, yo quiero ser la mujer que piensa. Algún día mis ojos encenderán luciérnagas (Belli, el poema de mi pared).


Out of the night that covers me,
      Black as the pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be
      For my unconquerable soul.
In the fell clutch of circumstance
      I have not winced nor cried aloud.
Under the bludgeonings of chance
      My head is bloody, but unbowed.
Beyond this place of wrath and tears
      Looms but the Horror of the shade,
And yet the menace of the years
      Finds and shall find me unafraid.
It matters not how strait the gate,
      How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate,
      I am the captain of my soul.
Invictus - William Henley 
 

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